Ya hemos terminado el tema y empezamos tema nuevo. Lo estáis haciendo genial.
Lo primero que vamos a hacer es fijarnos en esta imagen y contestar las preguntas en el cuaderno. Las palabras que tenéis marcadas hay que buscarlas en el diccionario y copiar la definición.
LA CARRERA
El sapo Eduardo trabajaba como equilibrista para el avestruz
Raquel, la dueña del circo. Raquel era muy ambiciosa, y un día, para atraer a
más público, le exigió a Eduardo que actuara sin red. Él se negó.
El avestruz sonrió a su capataz, el gato montés, y le dijo:
–¿No te dije que no
se animaría?
– ¿Qué no? –reaccionó el sapo orgulloso al escucharla–. ¡Te apuesto lo que quieras!
–Haremos una carrera. Si ganas, te regalo el circo. Si gano
yo, trabajarás un año gratis de equilibrista.
–Acepto –dijo Eduardo imprudentemente.
Esa noche, viendo el partido en el bar con unos amigos, el sapo comprendió que era imposible ganar
esa carrera. Había desafiado a una de
las bestias más veloces del mundo y
tenía las leyes de la naturaleza en su contra.
–He cometido un error, pero no puedo echarme atrás.
De pronto oyó a un sapito comentando el partido:
– ¡Esos chicos no
piensan! Se creen que jugar a la pelota
es correr. Y para ganar… ¡hay que pensar!
Entonces Eduardo tuvo una idea y convenció a sus amigos para que lo ayudaran. Los sapos se fueron al
lugar de la carrera. Se pasaron allí la noche, haciendo hoyitos. Luego se
escondieron en ellos, mientras Eduardo los iba cubriendo con hojitas.
Al día siguiente, muy temprano, los jueces recorrieron la pista sin ver nada raro. Los animales se
reunieron para ver aquella increíble carrera.
–Ni me vas a ver,
sapito –le decía el avestruz.
Dieron la señal de salida y Eduardo arrancó primero. Saltaba
y saltaba, reventado del esfuerzo, mientras Raquel iba como de paseo. Segura de
ganar, enseguida lo dejó atrás y lo perdió
de vista. De pronto, Raquel vio que el sapo saltaba delante de ella. Eso la extrañó y apuró el trote.
Pero apenas volvió a pasarlo, vio que el
sapo botaba otra vez más lejos. Aunque Raquel corría como loca para alcanzarlo,
no lo lograba. A pesar de la fuerza de
sus patas, el sapo saltaba siempre más adelante.
Muy cerca de la meta, Raquel hizo un esfuerzo para llegar
primera y dio las últimas zancadas a toda velocidad.
Creyéndose ganadora
por los gritos del público, abrió los ojos
y vio que, levantando hojitas del salto, el sapo llegaba primero.
Feliz como un
príncipe, el sapo subió al podio de los ganadores. Cuando Eduardo alzó sus
bracitos cubiertos de manchas verdosas,
la multitud aulló.
A su lado, Raquel estaba perpleja,
derrotada.
Los sapitos más revoltosos llevaron en volandas a
Eduardo, lo montaron sobre el avestruz e
hicieron que diera otra vuelta a la
pista con el sapo a caballito. Hasta el gato montés le ofreció sus servicios
como capataz.
– ¡Gracias! Pero ya he formado mi equipo –dijo Eduardo.
Y al ver que les
guiñaba un ojo, todos los sapitos se partieron de risa.
Horacio López La
milonga del último Tatú. Alfaguara Argentina (Adaptación).
v
ambiciosa: que tiene deseo ardiente de
conseguir poder, riqueza o fama. podio: tarima sobre la que se coloca alguien
para ocupar un lugar destacado por alguna razón, como un triunfo deportivo, la
presidencia de un acto oficial
v
podio: tarima sobre la que se coloca
alguien para ocupar un lugar destacado por alguna razón, como un triunfo
deportivo, la presidencia de un acto oficial…
Solución: